Es una tierra que ha sido pisada por todas las civilizaciones habidas y por haber: pueblos de la edad de piedra, pueblos bíblicos, romanos, nabateos, bizantinos, cruzados, musulmanes, etc.
Jordania es mucho más que Petra, el Mar Muerto o el desierto de Wadi Rum, y en Jerash tenemos la mejor prueba de ello. Esta importante ciudad greco-romana, conocida antiguamente como Gerasa, formaba parte de la Decápolis romana que se ubicaba en los actuales territorios de Jordania, Israel, Palestina y Siria. Pasó de ser un poderoso y próspero núcleo comercial a terminar sepultada bajo las arenas del desierto durante siglos. Gracias a las labores de restauración llevadas a cabo desde 1920, hoy podemos caminar de nuevo entre los restos de una de las ciudades romanas más importantes y mejor conservadas de todo Oriente Próximo.
Lo primero que nos encontramos es el Arco de Adriano, construido en el año 129 a.C. para conmemorar la visita del emperador romano Adriano. Sus grandes dimensiones lo convirtieron en la entrada principal a la ciudad por el sur, y es que el arco central mide nada más y nada menos que 13 metros de altura. Nos llamó la atención que tanto la base de las columnas como los capiteles están talladas y decoradas con motivos florales, algo que hasta entonces sólo lo habíamos visto en los capiteles (zona superior de las columnas y pilares).
A unos 50 metros pasado el árco a la derecha, nos encontramos con una ruina en las cuales se pueden contemplar unos magníficos mosaicos muy bien conservado.
Prácticamente desde el mismo momento que atravesamos el arco de Adriano, un muro de apenas 5 metros de altura se elevaba a nuestra izquierda. Tras él se esconde los restos de un enorme hipódromo, con capacidad para 15000 espectadores.
Hipódromo de Jerash
Al dejar atrás el hipódromo pasamos un nuevo arco (Puerta Sur) sobre el que se encuentra la escalinata que da acceso al templo de Zeus...
...llegamos a una amplísima plaza ovalada rodeada por una imponente columnata que seguramente era el centro neurálgico de la antigua Gerasa.
A partir de este momento comprendemos por qué Jerash es una de las visitas indispensables, no solo de Jordania sino de todo oriente medio. Es difícil encontrar una ciudad greco-romana tan bien conservada como esta, lo que facilita imaginarnos como podía ser esta en su época de mayor apogeo: un incesante ir y venir de mercaderes que vendían en Gerasa los productos cultivados en el fértil valle dónde se ubicaba y dónde además se comerciaba con los productos procedentes de las otras ciudades de la Decápolis y el resto del Imperio Romano, así como de ciudades relativamente cercanas que estaban ubicadas en la ruta de la Seda, como por ejemplo la ciudad Siria de Palmira.
Calle de Jerash
Fuente Ornamental de Jerash
Templo de Artemisa de Jerash
Puerta hacia el Templo
Cardo y Puerta Norte de Jerash
Teatro Sur de Jerash
Teatro Sur de Jerash
Panoramica de Jerash
Desde la plaza ovalada parte la arteria principal de la antigua Gerasa: la avenida de columnas o Cardo Massimo. El pavimento sobre el que pisamos es el original, y de hecho en algunos puntos se pueden ver perfectamente los surcos dejados por el incesante paso de los carruajes. Ante nosotros, una espectacular avenida de 800 metros de longitud a cuyos lados se construyeron decenas de viviendas, comercios, templos...y bajo nuestros pies, un sistema de alcantarillado que servía para drenar el agua de la lluvia a través de los múltiples agujeros ,que hoy en día todavía son visibles, a ambos lados de la calle.
Plaza Oval y Cardo Maximo de Jerash
Una vez terminada la visita a Jeresh continuamos nuestro camino hacia Ajlum. A 3 km del pueblo se alza la fortaleza de Qala’at al-Rabadh, construida para intentar detener el avance de los cruzados por estas tierras. Una fortaleza o castillo con su foso bien excavado en la roca, aún en uso, y su puente levadizo.
Fortaleza de Qala’at al-Rabadh o Castillo de Ajlum
Esta considerado uno de los máximos exponentes de la arquitectura militar árabe, terminado de edificar en el 1185 por el emir Izz ad-Dim, nieto de Saladino para controlar los cercanos yacimientos de hierro y vigilar los movimientos de tribus hostiles y de los cruzados. Ampliado varias veces, destruido por los mongoles, reconstruido por los mamelucos y abandonado definitivamente en el siglo XVII.
Saetera del Castillo de Ajlum
Ventana del Castillo de Ajlum
Hoy visitamos Ammán, que es la capital del Reino Hachemita de Jordania. Se extiende a lo largo y ancho de 17 colinas y, exceptuando la zona moderna con sus correspondientes rascacielos de hoteles y oficinas, en todas ellas hay una uniformidad arquitéctonica absoluta. Miles y miles de casas de piedra blanca, de una altura máxima de 5 pisos, con huertos en las calle, enormes cisternas para almacenar y racionar el agua e interminables escaleras ,único medio para llegar a las zonas más altas. Esta es la razón por la que tiene como sobrenombre "La Ciudad Blanca".
Panoramica de Ammán
Nos dirigimos a la Ciudadela para hacernos una idea del enclave estratégico que tenia Ammán en las rutas comerciales en la antigüedad y ver la distribución actual de sus barrios.Desde aquí las vista a la ciudad son impresionantes.
En la misma entrada de la Ciudadela nos encontramos con unas grandes placas de piedra donde se muestran todos los nombres que ha tenido la ciudad. Aquí descubre la larga historia de Ammán:
En la Edad de Hierro era conocida como Rabbath-Ammon.
En la Edad de Hierro era conocida como Rabbath-Ammon.
Así, durante la civilización nabatea, a partir del año 312 a.C. pasó a denominarse Filadelfia, y ahí, en el 63 a.C., llegaron los romanos, que estuvieron hasta el 324 d.C., cuando se instaura la civilización bizantina.
La ciudad pasa a ser conocida como Ammán en el 635 d.C., con la llegada de los Omeya, tras la que llegaron otras civilizaciones hasta que los otomanos se fueron en el año 1917.
Templo de Hercules
En la Ciudadela de Ammán nos encontramos restos de una primera muralla que se remonta al final de la Edad de Hierro, levantada para proteger este enclave de las invasiones. En la época de los romanos, y más tarde, durante la ocupación Omeya, la muralla se amplió hasta tener poco más de kilómetro y medio de longitud. Finalmente, la muralla de la Ciudadela quedó casi completamente destruida tras un fuerte terremoto en el año 749 d.C.
Sin duda, el lugar más emblemático en la actualidad de este enclave arqueológico es el Templo de Hércules, construido por los romanos en el año 161 d.C.
Templo de Hercules con Ammán al fondo
Resto de lo que se cree fue la escultura de Hercules
Durante el paseo por la Ciudadela visitamos varios miradores con excelentes vistas panorámicas del centro histórico de Ammán. Desde ahí también vimos el Teatro Romano que se sitúa al pie de la colina, junto a una de las calles más céntricas y concurridas. Es el vestigio más impresionante de la Filadelfia romana y tal vez lo mejor que Ammán conserva de su pasado. Está excavado en la ladera septentrional de una colina que se utilizó como necrópolis. Con capacidad para 7.000 personas, tiene tres gradas diferenciadas: la destinada a gobernantes, que se sentaban cerca del espectáculo; la de los militares, en la zona media, y la del pueblo llano, en lo alto del recinto. Fue el teatro más grande de Oriente. Probablemente fue construido en el siglo II a.C., durante el gobierno de Antonio Pio (138-161).
Teatro Romano de Filadelfia (Ammán)
En la Ciudadela también vimos los restos del palacio de los Omeya, el cual data de los años 720-750 dc, cuya cúpula de bronce está siendo restaurada en la actualidad por arqueólogos españoles.
Palacio de los Omeya
Palacio de los Omeya y restos romanos
A continuación nos dirigimos al Monte Nebo, según la Biblia es aquí donde Moisés divisó la Tierra Prometida. Existe un memorial dedicado a Moisés y desde la misma montaña se tienen vistas a Galilea, Jericó y el Mar Muerto. Desafortunadamente el día no estaba para vistas claras así que echamos mano de la imaginación para poder intuir estas vistas.
En el actual Monasterio del Monte Nebo, se encuentra del antiguo Santuario dedicado a Moises donde se encuentran unos impresionantes mosaicos, los más antiguos datan del siglo IV.
En el actual Monasterio del Monte Nebo, se encuentra del antiguo Santuario dedicado a Moises donde se encuentran unos impresionantes mosaicos, los más antiguos datan del siglo IV.
Desde aqui y siguiendo el "Camino de lo Reyes" llegamos a Mádaba, conocida como la “ciudad de los mosaicos”. Por sus espectaculares mosaicos bizantinos y omeyas. En Mádaba se encuentra el famoso de mosaico del mapa de Jerusalén y Tierra Santa del siglo VI. Formado por dos millones de piezas hechas con piedra local de vivos colores. Muestra colinas, valles, pueblos y ciudades hasta el delta del Nilo.
El mapa de mosaico de Mádaba cubre todo el suelo de la iglesia ortodoxa griega de San Jorge, situada al noroeste del centro de la ciudad. La iglesia se erigió en 1896, sobre los restos de una iglesia bizantina anterior, del siglo VI dc. El panel de mosaico que enmarca el mapa medía originalmente 15,6 m X 6 m, unos 94 m2 aunque hoy día sólo se conserva una cuarta parte del mosaico original.
Y por fin llegamos a Petra lugar único en el mundo, uno de esos sitios a los que habría que peregrinar al menos una vez en la vida. Una meca viajera. Muchas ganas tenía de hacer este viaje, y llegar aquí, de ver con mis propios ojos esta impresionante obra, de contemplar tantos años de historia de cerca, de poder tocar estos templos esculpidos en la roca, de sentirme en el lugar, solo de recordarlo me entran ganas de volver.
Para mí, descubrir el conjunto histórico de Petra fue un sueño hecho realidad, pero sin duda, una de las cosas que más me impresionó fue la visita nocturna al Tesoro de Petra a la luz de las velas.
Ya no sería necesario que nadie me lo contase, ni imaginar que habría más allá del encuadre de una foto. La noche jordana, bajo un cielo de estrellas me esperaba, para guiar mis pasos a la luz de las velas por el Siq, ese espectacular desfiladero que finaliza frente a la fachada del Tesoro.
El Siq iluminado con velas
Sencillamente no podía creer que a tan solo unos metros me esperaba Al-Khazneh, el Tesoro. Por eso, cuando el estrecho paso que lo custodia me permitió ver un retazo suyo, me quedé paralizado. Sí, el mundo está lleno de rincones que desprenden un halo de intensidad y magnetismo difícil de explicar. El Tesoro es uno de ellos y contemplar su fachada excavada en la piedra sobre un manto de velas solo te deja una opción: sucumbir ante su belleza.
El Tesoro de Petra a la luz de las velas
El Tesoro de Petra a luz de las velas
Todas las incógnitas que fui acumulando la noche anterior empezaron a difuminarse a media que nuestros pasos volvían a recorrer el Siq. A primera hora de la mañana, aquellas visiones imposibles de identificar se tornaron obeliscos, templos, terrazas agrícolas y canales que jalonan sus más de 1.200 metros de longitud entre imposibles formaciones geológicas. La garganta en sí ya es abrumadora, pero no menos que los colores que la tiñen: mil tonos de marrones, ocres, vainillas, grises… Ni el más ducho de los pintores hubiera seleccionado una paleta mejor para tintar las paredes de estos acantilados que nunca te cansas de fotografiar sorteando turistas y carruajes. Buscando, en vano, el mejor ángulo que capte este capricho de la naturaleza cincelado por el hombre.
Tumba de los Obeliscos
Tumba « Bloques Djinn »
El Siq de Petra
Y así nos plantamos de nuevo ante la fachada del Tesoro e, inevitablemente, la imagen de Burckhardt (1812), el primer europeo en ver la joya de la corona jordana, se cuela en tus pensamientos. ¿Su cara sería parecida a la del resto de mi grupo que me rodeaba?. Intento ponerme en su piel al entrar en la ciudad de piedra y contemplar esta maravilla, me estremezco solo de pensarlo.
El Tesoro (Al-Khazneh) desde el Siq
No tengo palabras para describir lo que ví, viví y sentí... la fuerza que tiene el lugar, se nota, se palpa en cada rincón, con cada paso, cada instante... por tanto no puedo ni imaginar los sentimientos que aquél explorador suizo pudo sentir en aquellos años.
El Tesoro (Al-Khazneh) desde el Siq
Fachada del Tesoro (Al-Khazneh). Petra
Fachada del Tesoro (Al-Khazneh). Petra
Pero el Tesoro, aunque resulte imposible apartarlo de tu mirada, solo es el acto inicial de una obra colosal, un parque arqueológico que alberga 800 monumentos tallados en piedra y cientos de tumbas que se cruzan en el camino. Una enorme ciudad que permaneció oculta a los ojos del mundo occidental durante siglos, resistiendo terremotos, guerras, tormentas del desierto y a las inundaciones… Alcanzando la eternidad.
A medida que recorría la calle de las Fachadas, con su fila de tumbas nabateas, me fui haciendo una idea de cómo fue Petra en la antigüedad, una ciudad que llegó a tener más de 20.000 habitantes, con mercados, talleres, templos e incluso un teatro excavado en la sólida roca, que dirías que es romano pero que fue construido por los propios nabateos en el siglo I d c.
Vista de Petra y Teatro Nabateo
Tumba de Uneishu
Niña Beduina
Las Tumbas Reales, que sin el envite de la erosión seguro podrían competir en grandeza con el mismísimo Tesoro, la tumba del gobernador romano Sextius Florentinus, los restos del ninfeo, la calle columnada que conduce al centro de la ciudad, la puerta romana de Temenos, Qsar al-Bintel…
Tumbas Reales
(Tumba de la urna, Tumba corintia, Tumba de los pisos)
Qsar al-Bintel
Ahora nos esperaban 800 escalones en piedra, tras los primeros cien metros de subida comenzamos a darnos cuenta de la belleza del entorno, basta contemplar una panorámica del lugar para valorar dónde estamos. Una ciudad construida en piedra en un árido paisaje.
Subida al Monasterio de Petra
Y tras 45 minutos de subida, llegamos al final del camino. Aparece ante tus ojos una enorme estructura de 45 metros de alto y 50 metros de ancho, El Monasterio. El Monasterio impone y te deja sobrecogido unos minutos. Es más humilde en diseño que el Tesoro, pero impresiona más, bien sea por el recorrido, por tener la parte superior abierta o por el contexto, pero me emocionó mucho contemplarlo, más aún poder hacerlo en solitario. No había nadie alrededor.
El Monasterio fue construido por los nabateos en el siglo I en honor a Obodas I tras su muerte, bien como tumba, como templo o ambos; aunque se piensa que, más tarde, en la época bizantina, fue utilizado como iglesia.
El Monasterio de Petra
Kilómetros y kilómetros de ruinas de una antigua civilización donde no faltan evidentes reminiscencias helénicas y romanas pero también egipcias, persas, asirias…
Pero no podíamos despedir a la Ciudad de los Nabateos sin contemplar uno de sus atardeceres.
Atardecer en Petra (Ciudad de los Nabateos)
Tenemos que hablar de un rinconcito de Petra. Apartado del cañón del Siq que da paso al grueso de palacios y templos, pero en el mismo macizo montañoso, se halla Little Petra, la Pequeña Petra.
A las puertas de la Pequeña Petra
Uno de ellos aún conserva algunas pinturas al fresco con las que se adornaban el interior de los edificios. Delicadas flores trepaban, pintadas, por las paredes y el techo.
“Inmenso, solitario..., como tocado de la mano de Dios”. Con estas palabras se refería a Wadi Rum el oficial del ejército británico Thomas Edward Lawrence, más conocido como Lawrence de Arabia.
Formaciones rocosas insólitas, como la célebre de “los siete pilares de la sabiduría”, nos esperan en un paraje sin igual.Una experiencia única que te adentra en la naturaleza y la historia de este territorio situado al sur de Jordania.
Declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO, el astronauta del Apolo 15 James Irwing, le dijo al rey Hussein de Jordania que este desierto era lo más parecido en la Tierra a lo que se puede ver en la Luna. Es por ello que, en ocasiones, se refieran a él como el “Valle de la Luna”.
Atardecer en Wadi Rum
Atardecer en Wadi Rum
Atardecer en Wadi Rum
Tierras rojizas, amaneceres increíbles, noches estrelladas, silencios interminables, desconcertante grandiosidad, ecos envolventes, rocas fantasmagóricas, fascinante soledad, granito y arenisca, paraíso de alpinistas, camellos y jaimas, ocasos únicos, paisajes lunares, atmósfera cinematográfica, hospitalidad beduina, sombras alargadas, tierra de aventura, huellas milenarias y panorámicas inimaginables forman un todo llamado Wadi Rum, uno de los más célebres escenarios de la primera guerra mundial en Oriente Medio.
Amanecer en Wadi Rum
Amanecer en Wadi Rum
Wadi Rum
Wadi Rum
Desde aquí partimos para Aqaba, donde algunas excavaciones, datan en la edad de piedra los primeros asentamientos, hace casi 6000 años. Pero es en 1.500 A.C. donde aparecen los primeros registros históricos, que sitúan a los Edomitas en la zona, dejando constancia de la construcción de un importante puerto marítimo en la ciudad desde el que se transportaba cobre de las minas cercanas.
Posteriormente pasaron por este enclave Asirios, Babilonicos, Persas, Griegos, Nabateos, Romanos, Bizantinos hasta que en el año 630 paso a ser controlada por los Musulmanes, convirtiéndose en una parada importante de los peregrinos que bajaban hasta la Meca. Un importante terremoto, en 1068, dividió en dos la ciudad quedando totalmente destruida y comenzando el declive comercial de la misma.
Pero poder practicar snorkel en Aqaba, la ciudad jordana bañada por el Mar Rojo, fue una una experiencia única.
Snorkel en en Mar Rojo
Snorkel en en Mar Rojo
Snorkel en en Mar Rojo
Snorkel en en Mar Rojo
Atardecer en el Mar Rojo
Atardecer en el Mar Rojo
Y para terminar nuestra experiencia en el "Reino Hachemita de Jordania", nos dirigimos al Mar Muerto es, posiblemente, uno de los puntos más curiosos del planeta. Se trata de un lago endorreico -que no evacúa agua- situado entre Israel, Palestina y Jordania, cuya superficie ocupa cerca de 800 kilómetros cuadrados. Pero, sin duda, su gran virtud es su hipersalinidad, que hace que las personas que se sumergen en sus aguas puedan flotar sin ningún esfuerzo. Donde disfrutamos de poder flotar en sus aguas y tratarnos con sus lodos.
Atardecer en el Mar Muerto
Atardecer en el Mar Muerto
Antes de despedir este pequeño diario de un gran viaje, nos gustaría hacer referencia al grupo con el que lo hemos compartido y disfrutado, ya que no solo nos hemos deleitado con las vistas y la historia si no también con su compañía.
(Fotografia cedida)
Gracia por hacer este viaje inolvidable