De acuerdo con la leyenda, cuando
las legiones del emperador Tito destruyeron el templo, sólo una parte del muro
exterior quedó en pie. Tito dejó este muro para que los judíos tuvieran el
amargo recuerdo de que Roma había vencido a Judea (de ahí el nombre de Muro de
las Lamentaciones). Los judíos, sin embargo, lo atribuyeron a una promesa hecha
por Dios, según la cual siempre quedaría en pie al menos una parte del sagrado
templo como símbolo de su alianza perpetua con el pueblo judío.